Los colores eran tristes y húmedos,
con tonalidades verdes por todos los rincones.
Las calles, plagadas de amor,
me correspondieron con un saludo,
con una sonrisa.
Los puentes siempre cercanos a una iglesia,
me mostraron la rapidez de sus aguas.
Sonidos dulces de una flauta
en cualquiera de sus aceras,
acompañan al viandante
a sumergirse en el sueño de los niños.
Se oscureció deprisa
y la noche espolvoreó una nueva vida a este lugar.
Miguel Giménez
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